lunes, 10 de mayo de 2010

Belleza y Verdad

Pontificia Universidad Católica de Chile
Teoría Literaria I
Profesor: Dr. Pablo Chiuminatto
Ayudante: Alejandro Valenzuela
15 de Septiembre de 2009
Francisca Feuerhake Larraín

Belleza y Verdad
En el presente ensayo, se pretenderá explicar e indagar en los conceptos de belleza y verdad, siguiendo distintos escritos clásicos que abordan aquellos temas. Por supuesto, no será solo una exposición de denotaciones y definiciones de belleza y verdad: se intentara dar respuesta a una interrogante que, por su complejidad y amplitud, no puede ser menos que fascinante: ¿Es todo lo bello, verdadero? Y el modo inverso de la pregunta también es necesario planteárselo ¿Es todo lo verdadero, bello?
Como se mencionó anteriormente, el problema que se abordará carece de sencillez, por lo que su tratamiento será difícil. No se apuntará necesariamente entonces a llegar a una respuesta definitiva e iluminadora, no; la principal pretensión de este escrito es generar una reflexión organizada y clarificadora acerca de la belleza y de la verdad, y mediándose de ese orden y de esa claridad, poder aventurarse a generar algunas respuestas o pequeñas conclusiones que hagan del ensayo un proyecto con cierto sentido, o finalidad.
Cada idea planteada o, al menos, la mayoría de ellas, serán apoyadas por citas de los textos clásicos anteriormente mencionados, especificando claramente su procedencia y explicando su sentido.

Belleza y Verdad, su definición
Primeramente, es menester definir los conceptos belleza y verdad, para así poder comenzar a pensar en ellos. Para acercarse a la noción de belleza parece inevitable recurrir a Horacio. En su obra “Arte Poética, Epístola a los Pisones”, asegura que la belleza debe cumplir, necesariamente, con un principio de proporción y armonía elemental. Esto quiere decir que, las partes que conforman un elemento bello, deben lograr tal unicidad entre sí, que logren formar un conjunto bello.
Horacio también señala que
“Si un pintor quiere ajustar un cuello de caballo a una cabeza humana, y cubrir de plumas diversas a miembros recolectados de todas partes, de modo que una mujer hermosa por arriba, acabe desproporcionadamente en un feo pe, admitidos al espectáculo, ¿podríais retener la risa, amigos?” (Horacio, 55)
Con estas palabras, Horacio deja en claro que la desproporción de las partes de un conjunto, lejos de ser bella y provocar esa conmoción placentera, esa añoranza, esa sacudida de la que en otra oportunidad habla Plotino en Enéadas I-II, provoca risa. La risa ante lo feo es algo que Horacio relaciona íntimamente con la locura, con lo delirante, con lo enfermo. “Creedlo, Pisones, muy semejante a este cuadro sería el libro cuyas imágenes vanas se inventaran como delirios de enfermo.”( 55)
Plotino, a diferencia de Horacio, no cree en la proporción entre las partes como un aspecto fundamental para conformar lo bello. Si así fuera, sólo lo conformado por partes debería ser bello, y lo simple, no: “Pues bien, todas las virtudes son bellezas del alma y bellezas más verdaderas que las anteriores; pero proporcionadas, ¿cómo pueden serlo? No son proporcionadas ni al modo de las magnitudes ni al modo del número.” (Plotino, 277)
En este ensayo, se optará por seguir la noción de belleza planteada por Plotino.

Con respecto a la verdad, en el diálogo Crátilo, escrito por Platón, se afirma que “será verdadero el que designa a los seres como son, y falso el que los designa como no son” (Platón, 367). Es decir, el individuo que llama ‘mesa’ a una silla, no estará haciendo justicia a la realidad de silla, sin embargo esta no dejara de ser lo que es, una silla, por haber sido llamada de otra forma, por lo tanto la verdad para Crátilo parece estar relacionada con la esencia de las cosas.
Contrario a esto, el personaje de Hermógenes, en Crátilo, afirma que los nombres asignados a las cosas son completamente arbitrarios, y que no deben coincidir necesariamente con la realidad de lo aludido “no soy capaz de creerme que la exactitud de un nombre sea otra cosa que pacto y consenso.” (365). En esta cita Hermógenes está refutando el argumento de Crátilo, quien asegura que los nombres con que llamamos a las distintas realidades tienen correspondencia exacta con lo que son. “Sócrates, aquí Crátilo afirma que cada uno de los seres tiene el nombre exacto por naturaleza.” (364)
A lo largo del diálogo, Sócrates va haciendo que Hermógenes genere un razonamiento ordenado y lógico, y que por medio de sus preguntas vaya descubriendo respuestas que lo apartarán de su opinión inicial con respecto a los nombres.
Sócrates comienza señalando que las acciones forman parte de los seres, “¿O es que las partes, también ellas, no constituyen una cierta especie dentro de los seres? – Herm.- ¡Claro que sí, también ellas!”(370) Luego, afirma que las acciones se comportan según su naturaleza, y que la opinión de los hombres no tiene incidencia en su modo de funcionar. Si las acciones tienen una forma de comportarse propia de ellas, el nombrar, que también es una acción, debe hacer su trabajo como es natural: “Luego también habrá que nombrar como es natural que las cosas nombren y sean nombradas y con su instrumento natural, y no como nosotros queramos.”(371)
Sócrates da a Hermógenes una serie de ejemplos de nombres propios de la época que cumplen con esta exactitud de la que han hablado, ya que su significado corresponde precisamente con las cualidades, características o situaciones vividas más resaltantes de cada hombre, así explica:
“También el de Tántalos podría pensar cualquiera que es un nombre exacto y conforme a la naturaleza, si es verdad lo que de él se cuenta (…) las muchas y terribles desventuras que le sobrevinieron en la vida, cuyo colmo fue (…) la piedra, tan acorde con su nombre, ‘que gravita’ (talnateía) sobre su cabeza en el Hades.” (386)
A partir de pruebas etimológicas, Sócrates demuestra a Hermógenes que los nombres designan a las cosas conforme a su verdad, y que el hecho de nombrar no depende del individuo.

Relación entre belleza y verdad
Ya se han definido los conceptos que a continuación se relacionarán. Para esto es conveniente volver a Plotino, cuya definición de belleza fue la elegida, porque, más que proporción, Plotino atribuye a la belleza otro determinante: la forma. Es la forma quien convierte en unidad a la materia informe, y una vez que esta materia es unidad, es poseída por la belleza, que se asienta sobre ella y se da a su totalidad y a sus componentes: “Es, pues, la forma, la que, con su advenimiento, compone y coordina lo que va a ser algo uno compuesto de muchos, lo reduce a una sola comunidad y lo deja convertido, por la concordia, ne unidad, (…) y una vez que haya sido ya reducido a unidad, es cuando la belleza se asienta sobre ello dándose tanto a las partes como a los todos” (Plotino, 279)
La noción de forma que maneja Plotino es muy similar a la de Aristóteles, quien define forma como lo que hace que una cosa sea lo que es, y no otra. “Forma por la que esa cosa posee tal ser específico y no otro: estante y no mesa; hombre y no reptil.” (Giannini, 70)
Es la forma la que determina cuál va a ser el fin último de cada objeto; es la forma la que, uniéndose a la materia, dará sentido y ser a las cosas. Si se sigue la idea de Aristóteles con respecto a la definición de forma como aquel determinante de la función de las cosas, podría decirse que la forma es aquella que da verdad a cada objeto: aquel objeto que no está siendo lo que es, es decir, que no se está comportando conforme su naturaleza, no está siendo verdadero en sí mismo. Se establece así entonces una relación estrecha entre belleza y verdad: aquello que es bello lo es porque, inicialmente, tiene forma, y esa forma, entrega verdad.
A partir del mismo concepto de belleza tan interna y espiritual que tiene Plotino, al decir que “Todas las virtudes son bellezas del alma” (Plotino, 277), se puede vislumbrar el vínculo implícito entre belleza y verdad, ya que las virtudes se asientan en el alma, y no habría nada más verdadero y esencial que esta última. Al mismo tiempo, la forma es la que determina la función propia del hombre, la que hace que un hombre sea tal, por lo tanto esa forma es el alma: es lo que da verdad al hombre.
Plotino además establece otra relación entre verdad y belleza, al decir que el alma es lo único capaz de conocer la belleza: “Ahora bien, el cuerpo bello es conocido por la facultad destinada a presidirlo. Ninguna más autorizada que ella para juzgar de sus propios objetos siempre que ratifique sus juicios el alma restante” (279)
Plotino afirma que el alma es quien preside a la belleza, y el alma, como se dedujo anteriormente, tendría correspondencia con la verdad, con aquello que da verdad a las cosas. Ahora, si es la verdad la que preside a la belleza, se puede concluir fácilmente que lo bello debe ser necesariamente verdadero, ya que es absurdo pensar en algo que exista sin el principio que lo presida.
La respuesta a la interrogante ¿es lo bello, verdadero? Es, por tanto, afirmativa. Sin embargo, todavía queda por responder el modo inverso de la pregunta ¿Es lo verdadero, bello? Plotino señala que, como ya se dijo anteriormente, las cosas son bellas “por participación en una forma” (278), pero luego menciona algo nuevo: “todo lo informe, como es susceptible por naturaleza de conformación y de forma, si no participa en una razón y en una forma, es feo y queda fuera de la Razón divina. Y ésta es la fealdad absoluta.” (278) Entonces, toda la materia que no se ha dejado conformar por la forma, eso que hace que sea lo que es y no otra cosa, para luego ser poseída por la belleza, es fea. La pregunta fundamental para poder responder a la interrogante principal sería ¿puede un cuerpo que ha sido conformado por la forma, no ser poseído por la belleza? Es decir, (y este es otro modo de plantearse la misma pregunta principal) ¿puede algo verdadero, no ser necesariamente bello? ¿Todo lo que tiene forma es bello? Esta pregunta, a diferencia de la anterior, incluye un elemento temporal. Si nos atenemos a las conclusiones hechas anteriormente, de que lo verdadero se vincula al concepto de forma de Aristóteles y también al de Plotino, lo informe no necesariamente seria falso, sino aquello que le falta desarrollo o lo que podría corresponder a verdades incipientes, que no han nacido aún. Desde ese punto de vista, lo informe puede no ser bello, pero sí contener la potencialidad de la belleza. Por lo tanto Plotino, al decir que lo informe es susceptible de forma, y que lo informe es la fealdad absoluta, puede sonar errado: si es susceptible a ser formado, no puede ser absolutamente feo, ya que, como se mencionó, tendría una posibilidad de belleza.
Lo verdaderamente feo, entonces, de acuerdo al raciocinio seguido anteriormente, debería corresponder a lo falso.



Bibliografía:

Giannini, Humberto. Breve Historia de la Filosofía. Santiago, Catalonia, 2005.
Horacio. Arte Poética ‘Epístola a los Pisones’. Santiago, Universidad Católica de Chile, 1999.
Platón. ‘Crátilo’ en Diálogos II. Editorial Gredos
Plotino. Enéadas I-II en Vida de Plotino (recopilación de Porfirio).Editorial Gredos.

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